Las Configuraciones de los Lamentos: Artefactos de reconfiguración y umbral en la Magia Novae Carnis

Configuracion lamento

Entre las múltiples referencias cifradas que componen el corpus del Carnis Liber, se encuentra la mención velada y fragmentaria de ciertos artefactos conocidos como Configuraciones de los Lamentos. Estas estructuras, generalmente de naturaleza geométrica regular (como pueden ser esferas compuestas, dodecaedros, icosaedros u otras formas poliédricas), constituyen uno de los elementos más enigmáticos y, al mismo tiempo, más significativos dentro del sistema ritual de la Magia Novae Carnis. Su carácter no es meramente simbólico ni decorativo: se trata de dispositivos operativos, cuya función va desde la reconfiguración de la estructura psíquica del sujeto hasta la apertura de umbrales dimensionales, cuando se encuentran dispuestos de forma articulada y ritualizada.

Estas configuraciones no son objetos de libre interpretación ni fetiches estéticos. Su estructura obedece a principios que, aunque velados para el lenguaje ordinario, responden a una lógica interna del sistema del Haz Negro. En el plano simbólico, cada vértice, cada abertura, cada simetría inexacta guarda correspondencia con un patrón arquetípico inscrito en los Esquemas. No son meramente formas, sino mapas tridimensionales de tensiones, estructuras que contienen una matriz de resonancia entre lo carnal, lo dimensional y lo ontológico.

En este contexto, artefactos como los denominados dodecaedros romanos (cuyo estudio arqueológico ha sido incapaz de otorgarles una funcionalidad concluyente) pueden comprenderse, desde la mirada de la Magia Novae Carnis, como vestigios de una tecnología ritual olvidada. Su forma dodecaédrica, con doce caras pentagonales perforadas, no se corresponde con ninguna función utilitaria convencional. Pero el Carnis Liber explica que esta geometría refleja una estructura de apertura: los orificios son canales de tránsito, y su disposición irregular permite operar sobre el flujo de lo que el texto denomina resonancia configurativa.

En la mayor parte de los casos, como ocurre con los dodecaedros romanos, estas piezas separadas no activan proceso alguno más allá de su propia inercia simbólica. Pero cuando se ensamblan según determinados patrones de alineación y sincronización, y en presencia de artefactos complementarios (como velas, sigilos activos o piedras significativas), algunas de estas configuraciones permiten el acceso ritual a otros estados dimensionales. Se convierten entonces en lo que el Carnis Liber designa como umbras portarum: zonas liminales donde la estructura del sujeto puede ser desbordada, y su carne reescrita desde coordenadas no sujetas al espacio ordinario.

En otros casos, estas Configuraciones no operan como puertas, sino como dispositivos de reconfiguración física y/o anímica. Su función consiste en dislocar y reordenar fragmentos psíquicos desajustados por la repetición de esquemas destructivos. Se utilizan, por tanto, en rituales de restitución, limpieza o recomposición interna. La presencia de tales artefactos en ocultamientos monetarios en la antigüedad (como atestiguan varios hallazgos arqueológicos) no responde a una función meramente ornamental o votiva, sino a su valor operativo y su potencia simbólica como custodios del tránsito.

Cabe destacar que estas piezas no son reproducibles de forma arbitraria. La efectividad de una Configuración de los Lamentos no depende de su forma geométrica externa, sino de su estructura simbólica resonante. Esto implica que no todo objeto dodecaédrico es operativo, y que su activación requiere de una serie de condiciones precisas, tanto en el plano ritual como en la disposición subjetiva del oficiante.

Desde la perspectiva de la CTO, las Configuraciones de los Lamentos representan la forma condensada del conflicto entre estructura y flujo, entre la voluntad y el caos que la bordea. Son artefactos que condensan el dolor estructural del sujeto y lo inscriben en una figura capaz de producir reordenamiento. No suprimen el conflicto: lo reorganizan para hacerlo habitable. En su presencia, la carne no huye del abismo, sino que lo traza.

Por ello, su empleo no es ceremonial ni simbólico en un sentido superficial: es operacional, estructurante y, en ocasiones, liminal. Representan uno de los niveles más elevados del trabajo mágico dentro de la Magia Novae Carnis, reservado para oficiantes con una praxis consolidada en los Dominios y una comprensión profunda de los Esquemas de resonancia.

Así, lo que la arqueología denomina en términos técnicos “dodecaedros romanos” u “objetos rituales sin uso claro” deben entenderse, en el marco del Carnis Liber, como fragmentos de un lenguaje geométrico que articula el deseo, la carne y el tránsito. En su enigma material reside no una ausencia de sentido, sino un exceso simbólico aún no descifrado por la mirada empírica. Son, en definitiva, llaves sin cerramiento aparente, esperando que la voluntad del sujeto trace la puerta.

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Carnis Templi Ordo (CTO)
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