El placer en el miedo

Por qué gusta miedo red

La literatura, el cine y otras expresiones que infunden miedo son consumidas y degustadas continuamente por aquellos adeptos al género y, en definitiva, a la emoción que este producto les ofrece.

Es lógico intuir que todo aquel que disfruta con una exposición centrada en el miedo es porque no le provoca en exceso, ni en defecto, pánico. Es decir, nadie a quien una producción de terror le procure mucho miedo disfrutará de la misma, al igual que alguien que sea indiferente a esta reproducción sacará ningún tipo de satisfacción. El disfrute por el miedo se sitúa, por consiguiente, en un punto a medio camino entre los extremos del puro espanto a la pura indiferencia.

Y no solo en la representación artística ocurre este fenómeno. Las atracciones de parques de temáticos, deportes de riesgo o celebraciones como las de Halloween alimentan el miedo de muchos.

¿Por qué ocurre esto? Una recreación en torno al terror debería ser, por lógica, aborrecible. Pero no es así, se disfruta con el miedo. ¿Masoquismo? No exactamente.

El miedo es una emoción humana con un fin biológico bien definido: huir ante un peligro o actuar agresivamente, es decir, luchar ante esa amenaza. Esto se conoce comúnmente como respuesta de “lucha o huida”. Esta respuesta de “lucha o huida” nos permite sobrevivir a situaciones que pueden poner en riesgo nuestras vidas.

El miedo aparece pues porque existe un estímulo que entendemos como peligroso, el cual provoca una respuesta fisiológica en nuestro organismo que se traduce como aceleración cardíaca, sudoración y respiración acelerada. En situaciones más extremas, el miedo lleva a la falta de control de esfínteres e incluso la pérdida de conciencia. Esto tiene un motivo: el miedo nos prepara para huir o luchar lo más efectivamente posible. Para esta situación, el cuerpo, ante el estímulo que nos provoca el miedo, se prepara acelerando el corazón y la respiración (para poder correr más rápido) y evacuando líquidos (a través de la relajación de esfínteres y la sudoración, lo que nos hace más ligeros a la hora de correr). El desmayo, provocado en situaciones más extremas, es un modo de “anestesiarnos” cuando el organismo se ve incapaz de luchar o huir ante el estímulo peligroso que intuimos por instinto que nos va a hacer mucho daño.

Existen áreas cerebrales implicadas en el miedo que se activan ante el estímulo que se considera como peligroso y que provocan estos cambios fisiológicos. Así que, ante la pregunta de qué se activa antes, si el mecanismo cerebral o el fisiológico, la respuesta es que se produce simultáneamente, mediante conjuntos de retroalimentación.

Son diversos los neuroquímicos implicados en la sensación de miedo y los cambios fisiológicos, pero los principales son la adrenalina, la noradrenalina y la dopamina. Estos tres neuroquímicos pertenecen a la familia de las catecolaminas (también llamadas aminohormonas) y son sintetizadas a través del mismo percusor, la tirosina, lo que se traduce en que la síntesis de las mismas depende de la síntesis de las otras.

¿Qué tiene que ver la neuroquímica del miedo con que nos guste experimentarlo? Pues mucho. La síntesis de las catecolaminas depende del mismo percusor y, por consiguiente, la fabricación de este tipo de neurotransmisores obedece a la síntesis del resto de su familia.

De este modo, la síntesis de la dopamina se relaciona con la fabricación de la noradrenalina y de la adrenalina, y viceversa. La dopamina es un neurotransmisor relacionado directamente con las vías de recompensa, el placer y las conductas adictivas.

Y ahora es cuando hablamos de dos conceptos claves que explican claramente el motivo del goce ante el miedo: el placer.

Las endorfinas y las catecolaminas no solo aparecen como respuesta al miedo, sino que son sintetizadas para otros procesos cerebrales. El motivo de que provoquen malestar en un estado de miedo es el contexto y la cantidad que es librada al cuerpo de estas sustancias.

Las endorfinas son las responsables del placer. Su motivo de aparición, en el proceso de miedo, es provocar una anestesia o desmayo. Si estas se sintetizan en una medida adecuada (y no hasta el punto de provocar el desmayo), la sensación que se deriva es de placer. Durante las relaciones sexuales, el ejercicio y otras actividades que se perciben como satisfactorias, las endorfinas son las responsables de esa percepción de goce.

La dopamina, además de surgir durante el miedo, es el principal neurotransmisor en el sistema de recompensa del cerebro y está implicado en todos los procesos de motivación y de satisfacción. Cuando se experimenta algo placentero, como comer un alimento delicioso, hacer ejercicio o tener relaciones sexuales, las neuronas en ciertas áreas del cerebro se activan y liberan dopamina. Esto provoca una sensación de placer y satisfacción, lo que refuerza el comportamiento y nos motiva a buscar esa experiencia nuevamente en el futuro. La dopamina no solo se relaciona con el placer, sino también con la motivación, el aprendizaje y la memoria. Durante el aprendizaje, el cerebro libera dopamina, con el fin de provocar placer y favorecer recordar esa experiencia en el futuro.

Cuando aparece el miedo, el sistema dopaminérgico se activa y, por consiguiente, el sistema de recompensa. Esto produce una sensación de placer y excitación que, por lo general, es eclipsada por el aspecto negativo asociado al miedo y las consecuencias de exponerse al estímulo que lo provoca. Es decir, en el caso de disfrutar con una entrega cinematográfica de terror, el estímulo que provoca el miedo carece de aspecto negativo, ya que no es algo que pueda provocar un daño real. La persona que lo experimente sabe que está fuera de peligro. De este modo, únicamente experimenta la parte placentera del miedo y no el sufrimiento asociado a este.

Por consiguiente, si al miedo se le exime de su parte negativa, del peligro, o de las posibles consecuencias nefastas de aquello que lo provoca, únicamente queda placer, aunque el origen de este resida en el sufrimiento. Y este es uno de los umbrales para la autoexploración en la Magia Novae Carnis

Scroll al inicio