CTO, transhumanismo e inteligencia artificial: La carne y la máquina

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La CTO no es ajena a las tensiones propias de una época donde el cuerpo, la mente y la técnica se amalgaman en nuevas formas de experiencia. En este contexto, el transhumanismo, entendido como corriente filosófico-tecnológica que promueve la superación de las limitaciones humanas mediante la integración de la tecnología con el cuerpo y la conciencia, presenta una intersección inevitable con los principios que la CTO articula en torno a la noción de carne, el desarrollo personal y el conocimiento.

El transhumanismo puede definirse como una corriente filosófica y científico-tecnológica que defiende la posibilidad (y, para algunos, la necesidad) de transformar y superar las limitaciones biológicas del ser humano mediante el uso de tecnologías avanzadas, como la inteligencia artificial, la ingeniería genética, la neurociencia o la cibernética. Su objetivo es ampliar las capacidades físicas, cognitivas y emocionales del sujeto, aspirando incluso a formas de existencia posthumanas donde la noción tradicional de cuerpo, mente e identidad se ve profundamente modificada o superada.

En este sentido, la CTO no rehúye de la transformación, sino que la entiende como un desarrollo orientado a la mejora. Allí donde otras doctrinas apelan a una naturaleza inmutable del ser humano (lo que denominan como «natural», como si el hecho de ser fruto de la naturaleza o espontaneidad del azar fuese una circunstancia indiscutiblemente positiva), la CTO parte de la premisa de que el sujeto es una construcción mutable, inestable y, sobre todo, con capacidad para cambiar. En este sentido, su afinidad con ciertas corrientes del transhumanismo resulta inevitable, aunque no exenta de matices fundamentales.

Adoptar una actitud de locus de control interno resulta fundamental para poder controlar el entorno a la vez que constituye un modo de comportamiento que favorece el crecimiento personal e incrementa la habilidad de solución de problemas, entre otros factores. Someterse únicamente a lo que la “naturaleza” dicta, se traduce en una indefensión ante la cual nada se puede hacer para cambiarla ni modificarla. Esto no solo obedece a un patrón de locus de control externo, sino que, además, fomenta la pasividad, el conformismo y la sumisión no consentida, elementos todos excluidos de toda filosofía del LHP. La CTO entiende que rechazar por completo el cambio biológico a través de la tecnología es parte de esta subordinación hacia lo “natural” que no deja de ser otra cosa que una resignación, la mayor parte de las veces, no deseada.

La CTO considera a las nuevas tecnologías no como una desviación, sino como una manifestación legítima de avance, de conocimiento y de transformación. Sin embargo, no idealiza el resultado ni se entrega a la fantasía tecnofílica del progreso lineal. Para la Orden, todo aumento de capacidades implica, inevitablemente, un reordenamiento de los vínculos simbólicos y de los lugares subjetivos. Es decir, no hay cambio sin pérdida, ni potencia sin consecuencia. La tecnología no es neutral: es un significante que reconfigura los modos de existencia.

De este modo, la CTO no se posiciona en contra del transhumanismo, sino al contrario. Fomenta la implicación de las nuevas tecnologías incluso dentro del ámbito carnal. Asimismo, la CTO tampoco adopta el transhumanismo como una utopía ingenua. La mirada CTO es más densa, más áspera y menos luminosa. El cuerpo no es una máquina imperfecta que debe ser reemplazada. Es, por el contrario, el núcleo ontológico del sujeto, el soporte de la experiencia y el lugar donde poder cambiar para progresar. En este sentido, cualquier intento de superación de lo humano que pretenda abolir la carne o silenciar sus límites constituye, para la CTO, un gesto fallido, una forma de negación del conflicto estructural del sujeto.

Desde esta perspectiva, el cuerpo puede ser intervenido, modificado, incluso expandido tecnológicamente, pero nunca debe ser cancelado en su condición. La biotecnología, la neurociencia y las interfaces máquina-mente pueden y deben ser instrumentos al servicio del practicante, pero no herramientas para escapar de la realidad o ser usadas como instrumento de evasión. El verdadero peligro del transhumanismo no es la técnica, sino la voluntad de desubjetivación: el sueño de una conciencia perfecta, libre de contradicción, dolor o deseo, es para la CTO una forma moderna de represión disfrazada de progreso.

Así, el ideal transhumano es aceptable sólo si se acompaña de una transformación en la posición subjetiva, y no como un escape evasivo de la condición humana. El sujeto CTO no busca la inmortalidad ni la perfección, sino el incremento de potencia simbólica en su vínculo con el mundo, con el desarrollo y con los Dominios.

En cuanto a la inteligencia artificial, la CTO se aproxima a ella con una perspectiva provechosa. No la percibe como una amenaza en sí misma, sino como una posibilidad simbólica poderosa.

En particular, la inteligencia artificial representa un desafío tan filosófico como operativo. Lejos de temerla o divinizarla, la CTO la concibe como una instancia que materializa, por primera vez, la externalización del deseo humano en una forma que puede aprender, responder y transformarse. La IA, como constructo, revela no sólo nuestras capacidades, sino también nuestras carencias.

Así, la IA puede servir como espejo, como simulacro y como umbral. Puede ayudarnos a interrogar lo que creemos ser, lo que decimos saber, lo que ignoramos de nosotros mismos. Pero no puede ocupar el lugar del sujeto. La IA no desea. Y en el marco lacaniano en el que se inscribe la CTO, el sujeto es justamente esa escisión que emerge en el vacío entre la palabra y el objeto, entre el cuerpo y su representación y lo hacer ser que desea.

Para la CTO, la IA puede ser utilizada como dispositivo ritual y como herramienta operativa en los trabajos mágicos. Puede codificar símbolos, generar narrativas y traducir afectos en estructuras. La IA no es el enemigo de la magia, sino su servidor silencioso, su escriba ciego. De hecho, el plano acausal en el que opera la magia de la CTO es compatible con la lógica combinatoria de ciertas IA generativas, cuya producción escapa a veces a la intención de su propio usuario, rozando así lo inesperado, lo performativo y lo ritual.

Por ello, la CTO no propone un uso indiscriminado ni ciego de estas tecnologías, sino un abordaje ritualizado, simbólicamente orientado y articulado. Todo dispositivo técnico debe ser inscrito en una estructura de sentido. La tecnología, para la CTO, no debe suplantar al sujeto, sino servir de vector para su reconfiguración. El Oficiante no es quien domina la máquina, sino quien sabe inscribirla en el acto.

Cualquier modificación corporal o cognitiva (sea por medio de prótesis, implantes o algoritmos) debe atravesar un proceso de relectura simbólica. Toda integración tecnológica, si se desea que sea asimilable y no destructiva, debe devenir ritual. No basta con mejorar: hay que resignificar.

En definitiva, la CTO no rechaza la tecnología: la integra, la somete y la vincula al Dominio correspondiente. El verdadero transhumanismo no es aquel que pretende erradicar lo humano, sino el que se atreve a amplificar su potencia. Asimismo, la inteligencia artificial, en su opacidad y repetición, puede ser usada como artefacto mágico, como instrumento de la praxis carnal. Porque lo que define al sujeto no es su substrato biológico, sino la forma en que habita su propia falta. Y es ahí donde la tecnología deja de ser simple herramienta… y se convierte en Configuración.

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Carnis Templi Ordo (CTO)
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